Siempre he sentido que estaba en una búsqueda personal de la felicidad, incluso usando "feliz" en cada contraseña que creaba durante años. Esa silenciosa búsqueda interior me llevó al programa de Maestría en Estudios de la Felicidad, que comenzó como un viaje personal y desde entonces se ha convertido en una vocación profesional. Las herramientas, la mentalidad y los conocimientos que he adquirido no solo han cambiado mi forma de ver el mundo, sino también cómo dirijo y apoyo a otros en mi trabajo. El equilibrio entre flexibilidad, comunidad y apoyo del programa ha sido increíble. Desde la interacción con profesores como Phoebe, Enrique, Arlene y, especialmente, Ashley —quienes realmente leyeron y reaccionaron a mi trabajo— hasta la inspiración de la visión y la dedicación de Tal, me sentí visto, escuchado y animado en todo momento. He conectado profundamente con mis compañeros, he ganado confianza y he encontrado claridad sobre cómo quiero servir a los demás. Formar parte de la primera cohorte fue más significativo de lo que jamás imaginé. Realmente me siento una mejor persona, más completa, gracias a esta experiencia.

Volé de Shanghái a Nueva York para mi graduación, y el viaje valió totalmente la pena. Como madre de dos hijos, me matriculé en la Maestría en Estudios de la Felicidad para ser una mejor madre, y he crecido mucho más: soy coach, líder comunitaria y alguien que ahora apoya a otras madres en sus propios caminos. El programa me retó, sí, pero fue una alegría. Me encantó el contenido, e incluso las 10 horas semanales me resultaron manejables porque creía en lo que estaba aprendiendo. No se trataba solo de un título académico, sino de una transformación personal. Aplico lo aprendido a diario, desde mi crianza hasta los talleres que ahora imparto. La felicidad no es abstracta, es la esencia de la vida diaria, y este programa me enseñó a vivir esa verdad plenamente. Lo que más me sorprendió fue la sensación de conexión. Los seminarios web semanales, los grupos de aprendizaje y el retiro me ayudaron a forjar relaciones profundas con personas de todo el mundo. El retiro, en particular, me permitió poner en práctica el conocimiento, y meses después sigo usando los ejercicios. Los profesores fueron alentadores y amables, y siempre me hicieron sentir apoyada, incluso cuando tenía dudas sobre la tecnología. Ahora, al terminar el programa, ya estoy revisando los materiales, no porque tenga que hacerlo, sino porque quiero. Le dije a mi esposo el otro día: esta experiencia ha sido una de las más valiosas que he tenido. De verdad, este viaje ha valido la pena.

Tras 40 años como paramédico, he visto de primera mano el impacto que pueden tener las profesiones con alto nivel de estrés. Me uní al programa de Maestría en Estudios de la Felicidad para apoyar mejor a mis colegas profesionales de la salud, y aunque me propuse ayudar a los demás, obtuve mucho más de lo esperado. El programa me ayudó a conectar con la realidad, me dio herramientas para estar más presente y me convirtió en un mejor padre, líder y amigo. Me abrió los ojos a la importancia de la gratitud, me ayudó a enfocarme en el impacto que puedo tener hoy y me recordó que el verdadero liderazgo comienza con vivir el momento. Este viaje realmente ha valido la pena. Lo que más me sorprendió fue la profunda conexión. Entré en un aula global y salí con una verdadera comunidad: personas en las que confío, en las que puedo apoyarme y con las que puedo crecer. Ya sea liderando en casa, en el trabajo o en mi lugar de culto, este programa ha fortalecido cada parte de mi ser. Los profesores nos exigieron altos estándares, nos apoyaron durante el proceso de aprendizaje y realmente se preocuparon. Y a pesar de mis preocupaciones iniciales sobre la tecnología y el formato, la experiencia fue fluida y enriquecedora. Ya hemos programado nuestra próxima reunión por Zoom, y sé que esta comunidad durará toda la vida. Puede que la felicidad no sea la moneda del mundo, pero en este programa, es el valor que nos une.